Hola amigos, como lo prometido es deuda, os dejamos la segunda entrega sobre los pozos de nieve y, en especial, sobre el pozo de Campo de Criptana, que excavamos y hemos ayudado en su restauración y musealización.
LOS POZOS DE NIEVE
Los pozos de nieve son construcciones de arquitectura popular dedicadas exclusivamente al almacenamiento y conservación del hielo para su posterior distribución y venta. Su tipología, bien definida por lo específico de su función, ofrece algunas variantes regionales en función de las condiciones climáticas o la tradición cultural de cada zona. Su objetivo primordial era garantizar el aislamiento térmico necesario para la conservación de su carga de hielo durante la mayor parte del año.
Se trata, por lo general, de grandes depósitos cilíndricos excavados en el terreno y revestidos al interior con fábrica de mampostería, frecuentemente enfoscada. Disponían de un fondo permeable o de un sistema de drenaje que evacuaba el agua procedente del deshielo de la carga para favorecer la conservación del resto. Habitualmente estaban rematados por una cúpula de mampostería dotada de dos puertas de acceso enfrentadas para facilitar las labores de carga y descarga.
La cubierta es el elemento con mayor número de variantes. La cúpula era la solución más eficaz para garantizar el aislamiento térmico, ya que acumulaba en su interior el aire caliente, manteniéndolo alejado de la carga. A veces se construía sobre ella un edificio que la englobaba por completo, dotado de una planta superior que servía como almacén y multiplicaba su capacidad aislante. También existen pozos de nieve rematados con tejados cónicos, y en ocasiones se emplearon cubiertas vegetales removibles sobre rudimentarios entramados de troncos.
Las dimensiones y capacidad de carga variaban mucho de unos ejemplares a otros. La mayoría tenían entre 6 y 8 m de diámetro, y entre 7 y 10 m de profundidad. No obstante, en el área levantina se documentan algunos con más de 15 m de diámetro. La capacidad de carga se situaba entre las 25 toneladas de los pozos más pequeños, y las 2000 toneladas de los más grandes.
El conjunto se completaba con algunos elementos auxiliares. Las eras empedradas delimitaban el área de trabajo en torno al pozo y evitaban que el producto se ensuciara durante los trabajos de empozado y desempozado. En aquellas zonas donde las precipitaciones de nieve eran poco usuales y se trabajaba principalmente con hielo natural, se empleaban balsas de obra o “charcas” en las que se almacenaba el agua que había de congelarse en las frías noches de invierno para obtener la materia prima.
Los pozos de nieve se encuentran diseminados por toda la geografía española, tanto en zonas de montes como en el interior de las poblaciones. Son especialmente numerosos en la región levantina y en algunas áreas montañosas del interior, principalmente en el Sistema Central, en el Sistema Ibérico y en Sierra Morena. Merecen mención especial los conjuntos de neveros del Vallés Oriental (Barcelona), del Bajo Aragón (Teruel), de Sierra Mariola (Alicante) y de las comarcas de Els Ports (Castellón) y La Vall d´Albaida (Valencia), o los de Sierra Espuña (Murcia).
EL COMERCIO DE LA NIEVE
Tanto el carácter extremadamente perecedero de la nieve y el hielo como su incierta disponibilidad en la naturaleza condicionaron fuertemente su comercio, que precisaba de un elevado grado de organización social y de numerosos recursos, y se desarrollaba conforme a un complejo proceso de trabajo.
RECOGIDA Y ENCIERRO O EMPOZADO
Previamente a la recogida se llevaban a cabo diversas labores de preparación: limpieza de los pozos de nieve y su entorno, recolección y almacenamiento de materiales aislantes (paja, hojas, ramas…), y puesta a punto de la herramienta a utilizar (palas, pisones, garruchas, sogas…).
En el caso del empozado de nieve, la llegada de una nevada importante ponía en marcha el proceso. Primero se evaluaba la cantidad y calidad de la nevada; si ésta era idónea, los ayuntamientos publicaban bandos reclamando peones, que recogían la nieve con palas y azadones en las eras, o directamente en las laderas del monte, y la transportaban en grandes capazos hasta llegar al pozo, a cuyo interior la arrojaban por la puerta de empozado.
Cuando se trabajaba con hielo, las balsas o “charcas” eran llenadas durante el día con agua, que se helaba de modo natural por la noche. El hielo resultante era después partido a golpes de maza en las propias balsas, y transportado al interior del pozo.
Antes de comenzar con los trabajos de empozado se colocaba sobre el fondo del pozo un entramado de maderos, ramas y paja que evitaba el contacto directo de la carga con el suelo y creaba una cámara aislante de aire que dejaba libres los canales de drenaje.
Dentro del pozo, el producto era humedecido y maceado por capas con pisones para compactarlo, favoreciendo así su conservación a largo plazo. Cada tanda de apisonado era recubierta por una capa de paja que mejoraba el aislamiento térmico de la carga y facilitaba los trabajos de extracción. El trabajo en el interior de los pozos era duro y peligroso, ya que se desarrollaba a notable profundidad, en pleno invierno, con poca luz y a muy bajas temperaturas.
TRANSPORTE, DISTRIBUCIÓN, VENTA Y FISCALIDAD
Durante la temporada de venta, el hielo almacenado era cortado en bloques o “panes” mediante el uso de hachas, cinceles, martillos y sierras, y extraído del pozo con la ayuda de garruchas.
Los bloques, envueltos en paja y paños, eran transportados hasta los puntos de venta a lomos de caballería o en carros. Durante el transporte se producían inevitables mermas de la carga por fusión, lo que encarecía el producto. Por ello, los transportes se realizaban preferentemente de noche, y se intentaba reducir los itinerarios al mínimo posible. En las poblaciones más pequeñas, la venta se realizaba directamente en los pozos. Una vez que el producto llegaba a su destino, era despachado al público por tiendas especializadas o “neverías”.
La consideración del hielo como producto de primera necesidad llevó a las autoridades locales a regular su producción y comercio mediante un amplio conjunto de medidas legales y administrativas tendentes a garantizar el abastecimiento. Los ayuntamientos y otras instituciones locales, como hermandades o cofradías, asumieron con frecuencia la construcción de los pozos de nieve, cuya explotación arrendaban después al mejor postor. A efectos fiscales, la nieve y el hielo se convirtieron en regalía estatal y quedaron sujetos al control de la Hacienda Real.
Si quereis saber más sobre los pozos de nieve podeis comprar el libro «Pozos de nieve de la provincia de Ciudad Real».
Artículo muy bueno.
¿Dónde podemos comprar el libro?
Hola, la editorial es Oretania y el precio es de 15 euros. Te dejo un enlace para más facilidades.
http://www.oretania.es/tienda/2011/07/pozos-de-nieve-de-la-provincia-de-ciudad-real/
Gracias por tu comentario y no te pierdas la tercera parte del artículo que colgaremos esta semana.
Un saludo